Miembros del Instituto Tecnológico de California están llevando a cabo el desarrollo de un método cuyo objetivo es la creación de un lienzo en el que se pueda enseñar cualquier tipo de imagen.

En esta obra, tienen gran importancia las moléculas, que se definen como excelentes componentes químicos. Las de ADN monocatenarias están compuestas por otras moléculas más pequeñas que se distribuyen en cadena y se pueden unir a las de otras cadenas diferentes para así formar un ADN bicatenario. Pero solo hay una opción posible: que la fusión sea por parte de los nucletoidos A con los T, o los C con los G. Si no se dan estos emparejamientos, no se puede conseguir el diseño de un origami de ADN.

Los componentes principales para crear un cuadro de origami de ADN son hebras de ADN. Se necesita una larga y muchas cortas (llamadas «grapas»), cuyo diseño está destinado a que sea posible la unión a diversos lugares de la hebra larga. Una vez que ambas hebras se juntan, las cortas logran que la larga se pliegue sobre sí misma para que así se forme la figura deseada.

Para formar un lienzo se necesitan una gran cantidad de moléculas y combinarlas de una manera concreta. Tiene, de hecho, bastante similitud con el montaje de un puzzle, pues se ha de conseguir que todas las piezas encajen.

Los científicos que trabajan en Caltech optaron por el desarrollo de un software que pueda tomar la imagen de la Mona Lisa, dividirla y determinar cuántas secciones de ADN son necesarias para componer los cuadrados. Después de esto, se planteaban conseguir el autoembalsamiento de las secciones en una superestructura para que se crease el cuadro de Da Vinci.

Para ello, ensamblaron los mosaicos en distintas etapas con el objetivo de que no existiera riesgo de que cada mosaico pudiera afectar a otro. Más tarde, se colocaron en tubos de ensayo de manera individual, los fueron combinando y consiguieron, así, una estructura 74 veces más grande que la original.